La política y la economía de México están atrapados en una tormenta perfecta. La presión externa de Estados Unidos, el debilitamiento de la actividad industrial y la reciente entrega masiva de narcotraficantes reflejan un país que navega entre la sumisión y la incertidumbre.
Donald Trump, en su camino a recuperar el liderazgo político mundial, ha reactivado su estrategia de presión comercial y México no se salva. Los nuevos aranceles del 25 % ponen en riesgo la inversión extranjera y golpean sectores clave.
El gobierno de Claudia Sheinbaum, en un intento de evitar una crisis mayor, parece estar respondiendo con medidas reactivas, pero sin una estrategia clara.
La entrega de 29 narcotraficantes a Estados Unidos, entre ellos los líderes de los Zetas, parece una jugada para ganar puntos con el gobierno estadounidense.
Pero, ¿a cambio de qué? La acción podría interpretarse como un intento desesperado de apaciguar la amenaza arancelaria de Trump.
Sin embargo, también plantea dudas sobre la capacidad del Estado mexicano para lidiar con su propio problema de seguridad sin depender de la intervención extranjera.
La presidente de México está ante un dilema: Hasta ahora, las acciones indican un gobierno que busca negociar para evitar un conflicto mayor, pero sin una estrategia clara para fortalecer la economía interna o combatir el crimen de manera autónoma, ya que siguen enfocados en tener el poder absoluto perdonando a toda la clase política que ellos mismos clasificaron como corruptos en campañas políticas pasadas y que hoy gozan de protección, demostrando debilitación y preocupación.
La combinación de la crisis económica que se ve venir y la lucha contra el narcotráfico en el contexto de la presión de EE.UU. Se puede leer lo que muchos analistas conocen como jaque en política.
Pero peor aún, la política económica del gobierno de México en los últimos años ha carecido de una estrategia real de competitividad y desarrollo, enfocándose más en la acumulación de poder en lugar del fortalecimiento del país.
Se han dejado de lado acuerdos internacionales. Se han atacado organismos autónomos y acuerdos comerciales, debilitando la confianza de inversionistas.
No hay un plan claro para fortalecer el sector industrial ni para diversificar mercados.
Se han favorecido mega proyectos sin estudios de viabilidad, generando más deuda que crecimiento.
En política, ceder demasiado puede significar perder el control y México, hoy más que nunca, necesita de visión a largo plazo.
Si el objetivo es concentrar el poder y mantener el control político, entonces la falta de competitividad no es un error, sino una herramienta.
Al no generar un crecimiento económico independiente, se mantiene una población dependiente del gobierno, asegurando apoyo electoral a través de programas asistenciales.
Si esto no cambia, México podría terminar en una crisis económica estructural, con menor poder de negociación internacional y una clase media debilitada. Pero sobre todo, un país en jaque mate.
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